lunes, 9 de abril de 2018

CONCHA MÉNDEZ, DE NUEVO, EN SUS MEMORIAS, REEDITADAS



Quiero agradecerle a Paloma Ulacia Altolaguirre compartir las memorias de su abuela y a la editorial Renacimiento reeditarlas (en su Biblioteca del Exilio) este 2018.

Estaba trasteando por las novedades sobre las mesas de la librería y casi no podía creerlo: tenía tantas ganas de leerlas y eran tan caras en Iberlibro... Siempre me pregunto: ¿por qué libros tan maravillosos acaban descatalogados en vez de como lectura obligatoria en los colegios e institutos…? Descatalogadas están también las fantásticas memorias de Carmen Baroja, esperando alguna editorial que las rescate. Que sea pronto, por favor…

Son estas unas memorias con otra mirada, con otro ritmo, con la puesta del foco en otros motivos. Todo ello enriquece y aporta valor a la reconstrucción de la historia.

“Concha…, actualísima, desenfadada y leal”- la define María Zambrano en su presentación de 1990. “A Concha le entusiasmaba el recuerdo de su vida”- cuenta su nieta en el prólogo. “Realizamos 23 horas de grabaciones los sábados; ella se guiaba con apuntes que iba tomando a lo largo de la semana…Cada dos sábados, sobre las once de la mañana, destapábamos una botella de jerez y, sin necesidad de preguntarle nada, de un cajón que tenía en su mesa de trabajo, sacaba unos papeles chicos y ordenados…”.

El resultado son unas “memorias habladas, armadas por su nieta”, unas memorias depuradas: “Nos dio una versión purificada, más poética que novelada…Mi preocupación principal consistió en respetar la verdad que ella quiso darle a su vida…fui extrayendo los hechos más importantes que coincidían con aquellos que…habían sido los más desarrollados por ella” – cuenta Paloma Ulacia sobre su trabajo.

Al final del prólogo nos dice por qué sus memorias deben ser conocidas y leídas hoy en día: “Los que se interesen en la vida social española de principios del siglo XX encontrarán aquí un testimonio excepcional…cómo era la burguesía madrileña y, sobre todo, las mujeres de esta clase social. El libro ofrece también una historia de emancipación personal, tema atractivo para la historia del feminismo en España…Pero, esencialmente…, este libro presenta la historia de una carrera poética, de una vocación, más que asumida, conquistada con paciencia, fe y amor…”.

Sus Memorias son apenas 130 páginas, pero están llenas de alegría, de espontaneidad. Son divertidas, entretenidas, ¡geniales! Debería leerlas todo el mundo. “He vivido muchísimo y, además, muy aprovechado…”.

VERANOS EN SANTANDER
“Los primeros veraneos de mi infancia [hacia 1903-1904] los pasé en el Sardinero, cerca de Santander…Aquellos veraneos en el Sardinero están llenos de luz…Nosotros nos hospedábamos en el hotel París, situado en la Alameda…”.


LOS POEMAS ME SALÍAN INVOLUNTARIAMENTE
Aunque había escrito poemas antes, en la adolescencia, ella sitúa sus primeros poemas “espontáneos” tras asistir en el Palacio de Cristal del Retiro a una lectura de poemas de Lorca. “Federico recitaba expresándose con las manos…la poesía emanaba de todo su cuerpo”. Ese día conoce a la pintora Maruja Mallo y con ella empieza a recorrer Madrid.
En el gimnasio del doctor Bartrina, donde Concha estaba como ayudante, dará su primer recital de poesía, antes de 1930. “Los poemas me salían a todas horas y en todas partes sin proponérmelo…Tenía montones, y la idea de publicarlos surgió en un pinar cercano de mi casa [en la calle Joaquín Costa]…Cuando tuve el libro en las manos [Inquietudes, 1926] y salí con él a la calle, me pareció que la luz del día me saludaba…”.



SUEÑOS DE LA ESCUELA: SUEÑOS DE MAR Y CIELO
“Mis atracciones de infancia no me han abandonado nunca”… En sus sueños de niña, una noche era capitán de barco, y otra, piloto aviador. Uno de sus poemas posteriores, lo dice todo: “Los mapas de la escuela/todos tenían mar,/todos tenían tierra./¡Yo sentía un afán/ por ir a recorrerla!.../Soñaba el corazón/con mares y fronteras,/y misteriosas selvas…”.
Pero la mayoría de edad para las mujeres eran entonces los ¡25 años! Es 1923 y Concha quiere viajar. ”Me obsesionaba ver el mundo”. “Tomé un barco mercante rumbo a Inglaterra…”.
SU AMBIENTE FAMILIAR: DESPRECIO Y NINGUNEO
“Yo soy la hija mayor de 11 hermanos…”. “A mí me jubilaron [con 14 años, cuando deja el colegio]… “Me gustaba mucho aprender, sobre todo geografía…ya no tenía nada, me encontraba en un desierto. Mis padres no me dejaban coger un libro, si siquiera el periódico…”.
Entonces, le da por pintar y, aunque reconoce que no sirve para ello, su familia, de todos los cuadros que hace, no guarda ninguno. “Creían que, por haber sido pintados por una mujer, no tenían  valor”…
Le hubiera gustado ir a la universidad. Un día acude de oyente a un curso de literatura geográfica. Cuando su madre se entera por un hermano chivato, le pega con el teléfono en la cabeza y le abre una brecha.
En otra ocasión, Maruja Mallo la estaba pintando envuelta en un mantón de Manila, reclinada en un sillón, en su casa, cuando su madre entró y exclamó: “Pero si pareces la Maja desnuda de Goya…”. Cuando se fugó de casa, sus padres acuchillaron la pintura.
Y el día que gana un concurso de natación en San Sebastián, en 1921, y sale retratada en la prensa, su padre le espeta: “Apareces retratada como cualquier criminal…”.


“De toda mi familia, la única que terminó por comprenderme fue mi madre…”.

LO QUE MÁS QUERÍA: ESCRIBIR Y VIAJAR

“Viajar era viajar, pero era también liberarme de mi medio ambiente, que me impedía crear un mundo propio, propicio para la poesía”.

Ya lo escribía en su primer poemario, Inquietudes: “¡Alas quisiera tener/ y recorrer los espacios/viviendo la libertad/deliciosa de los pájaros…!”.

PORQUE EL SURREALISMO ESTABA EN EL AIRE

“Como era la época surrealista, le propuse a Manolo [Altolaguirre] que nos vistiéramos de verde [para casarnos]…Iríamos los dos de verde y yo llevaría en la mano un ramito de perejil…”.

En una ocasión, ya con veintitantos años, y la primera vez que pisaba un cementerio, se le ocurrió decirles a unos amigos de su padres que iban a ver su mausoleo recién comprado: “¿Ustedes saben lo agradable que sería salirse de la tumba en las noches de luna y ponerse a jugar a la baraja…?”.

COSAS QUE PERDÍ CON LA GUERRA

“Aquella biblioteca [Me habían regalado en Buenos Aires una colección de teatro universal traducida al español] la perdí con la guerra, como todas las otras cosas, las cartas [Rafael Alberti me escribió unas cartas preciosas…junto con otras ilustradas de Federico, las tenía guardadas en una caja de banco, que perdí con la guerra], el puñal labrado, los afectos, los amigos…”.

PREMONICIONES Y SUEÑOS

Concha cuenta varios episodios de presentimientos y sueños premonitorios: “Cuando salió publicado La realidad y el deseo, de Luis Cernuda, en [la primavera de] 1936, festejamos su aparición en nuestra casa. Como siempre, fue todo el mundo: Lorca, Alberti y otros…Al día siguiente, al despertar, recordé que había soñado la muerte de Federico…”.

Ya durante la guerra civil, narra: “En Valencia teníamos un cuarto amplio con dos camas y otra pequeña para la niña [Paloma, su segunda hija, nacida en 1935 en Londres], junto a un balcón…Sin saber por qué, de golpe, me entraron unas ganas terribles de marcharme y me puse a conseguir barco…En Oxford…recibí una carta de Manolo [su marido, Manuel Altolaguirre]…” El día que dejaste Valencia, a las 3 de la mañana, cayó una bomba en el balcón de nuestro cuarto, destrozando la cama de la niña”…

Le parece que el destino cuida de ellos: “Conseguimos un tren hacia Figueras…Íbamos a subirnos a los vagones últimos, pero, por un presentimiento, abordamos el centro; y fue que, al llegar  a la segunda estación de Barcelona, cayó una bomba en la cola del tren, quedando destrozados los vagones…”.

Ya en el exilio, en Cuba, sueña con la II Guerra Mundial: “A los pocos días de llegar, no podía dormir pensando en la guerra. Luego soñé que llegaba otra guerra y, sobresaltada, desperté a Manolo para contárselo. A la mañana siguiente un vecino nos llevó la noticia de que había estallado la II Guerra Mundial…”.


Y en la despedida de su exmarido, para llevar una película al festival de San Sebastián de 1959, también intuye una despedida para siempre: “Vino a despedirse y salí a acompañarle a la puerta. Subió al coche y detrás de los cristales me dijo adiós con la mano…Aquel gesto con los dedos me recordó un sueño que tuve sobre mi madre un poco antes de que muriera…A los 20 días recibimos la noticia telefónica de que se había accidentado en un automóvil viajando por España…”.

LA VEJEZ. CADA MAÑANA ME PONGO UN CORAZÓN NUEVO

“Yo, que fui atleta, me veo ahora, a los 82 años, sujeta y detenida por dos muletas…”.

En su tercer viaje a España, en 1969 (con más de 70 años), se rompe una pierna  y tarda más de dos años en rehabilitarse. Tiene una depresión y quiere morirse, pero cuando vuelve del sanatorio, al levantarse para ir al baño la noche de su llegada, “vi un amanecer precioso…y me entró de golpe una gana de continuar, un anhelo de vida, una alegría por despertar cada mañana…”.

Entonces empieza a escribir “todos los días, a cualquier hora, al amanecer, dormida, comiendo…”. El tema de sus poesías es ahora diferente: “son recuerdos o estados de ánimo…rápidos esbozos”.

“Estoy colaborando con la psicoanalista argentina Ana María von Padre en un libro de sueños de viejos. Yo sueño mucho, tres o cuatro sueños por noche, y otro más en la siesta de la tarde…cada vez que se concluye un sueño, me despierto y lo escribo”.

“A mí me ha gustado estudiar el inconsciente”- le cuenta a su nieta en el capítulo final. Un primo le regaló en su juventud La interpretación de los sueños, de Freud, “y me lo estudié. Después leí varios libros sobre el inconsciente porque me interesaba y con ellos podía comprender mejor a las gentes”.

En esa mejor comprensión de las personas, el viaje que realizó a Las Hurdes “acompañando a una de las doncellas que trabajaban en casa…, me transformó el mundo…Me volví mejor al conocer la injusticia”...

Ya al final de su vida, le queda una esperanza…“Pienso que a través de mi obra estaré en comunicación con gentes a las que no conozco…cuando uno se comunica así, no puede morir del todo…”.

Leer sus memorias, leer sus obras es hacerla vivir de nuevo.


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