jueves, 8 de marzo de 2018

EL CUENTO DE LA CRIADA, UNA ALERTA DE HACE TREINTA AÑOS


The Handmaid´s Tale “es una narración de ciencia ficción distópica y feminista”- dice la Wikipedia.

Su autora, Margaret Atwood (n. Ottawa, Canadá, 1939) está acostumbrada a responder  a tres preguntas, desde que lo publicó en 1985, hace más de 30 años: ¿es una novela feminista?,  ¿es una novela en contra de la religión?, y ¿es una predicción?

“En la primavera de 1984 empecé a escribir una novela que inicialmente no se iba a llamar El cuento de la criada…” -revela en la introducción. “…se llamaba Offred, el nombre de su personaje principal. Está compuesto por el nombre de pila de un hombre, Fred, y el prefijo que denota posesión [en inglés, of: “de Fred”]…El nombre insinuaba también otra posible interpretación: “offered”, “ofrecida”…En algún momento, durante la escritura, el título pasó a ser El cuento de la criada, en parte como homenaje a Los Cuentos de Canterbury, de Chaucer, pero también en referencia a los cuentos de hadas y a los relatos folklóricos.

La escritora cuenta que, desde la época del instituto, era lectora de novelas de ciencia ficción, “ficción especulativa, utopías y distopías”, pero, ¿sería capaz de escribir una…? La norma que se impone, al atreverse, es: “no incluir en el libro ningún suceso que no hubiera ocurrido ya…, así como ningún aparato tecnológico que no estuviera disponible”. Lo cual hace la historia mucho más aterradora…

“El cuento de la criada se nutrió de…: ejecuciones grupales, leyes suntuarias, quema de libros, el programa Lebensborn de las SS y el robo de niños en Argentina por parte de los generales; la historia de la esclavitud, la historia de la poligamia en Estados Unidos…y la literatura testimonial”.

La novela comienza: “Dormíamos en lo que, en otros tiempos, había sido el gimnasio…catres del ejército dispuestos en fila y separados entre sí para que no pudiéramos hablar…Con la cabeza pegada a la cama, tendidas de costado, nos observábamos mutuamente la boca. Así, de una cama a otra, comunicábamos nuestros nombres…”- termina el primer e inquietante capítulo.

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