miércoles, 28 de febrero de 2018

UN ANDAR SOLITARIO ENTRE LA GENTE



“El narrador anónimo de esta singular novela [¿?], cuaderno y lápiz en mano [y más cosas: la grabadora del iPhone, tijeras, barra de pegamento, una carpeta con recortes…], comienza a registrar todo lo que ve y oye, así como momentos de su propia vida…”- se dice en la introducción.

“…Al terminar, salimos más atentos a nuestra propia realidad, más despiertos…”.

Yo, que soy muñozmoliniana, desde que oí que el libro salía el 13 de febrero, y con ese título tan sugerente, Un andar solitario entre la gente, había afilado mis colmillos para hincarle el diente. Y más, cuando pillé en una de mis librerías habituales el cuadernillo con un adelanto. “Esto promete…”- me congratulaba.

No me ha defraudado…

Una frase de Joyce presenta el trabajo: “Un libro no se debe proyectar de antemano: a medida que uno escribe irá tomando forma, sometido a los impulsos emocionales de uno”. Toda una declaración de intenciones.

El narrador recoge al vuelo conversaciones de la gente: frases, un breve diálogo…Entre las listas de cosas oídas (“soy todo oídos”), vistas o leídas (“voy leyéndolo todo”), se van filtrando momentos de vida (“esta noche es la última que vivo en este vecindario en el que he pasado tantos años”), confesiones (“una de las cosas que más envidio, el oficio del dibujo”) y reflexiones (“Las preocupaciones y las obsesiones se disuelven en la observación incesante”).

Son textos breves, al modo de las entradas de un blog, cada uno con su título en negrita (“El Atractivo de Tu Edad”), algunos en inglés  (“Secrets that Do Not Permit Themselves to be Told”). A veces la misma idea se repite, más o menos igual, en dos pedazos de texto.

A mí, sus palabras, me sugieren otros textos, que apunto en los resquicios libres del margen o en una página mediada (“Mi madre también quería haberse teñido de platino -al menos una vez en la vida. Pero lo más que hizo fue probarse una peluca rubia (“que tu padre se divorcia…”). “No me puedo dormir si tengo los pies fríos… ¡Qué bien estar en la cama calentito, con la frazada por encima! Pienso en los que duermen en la calle, sin poder parar su temblor…”).

Voy leyendo muy despacio: quiero que me dure (son 494 páginas) y quiero entenderlo todo bien. 36 años después de los artículos que aparecieron en Diario de Granada (posteriormente recogidos en un libro, El Robinson urbano), Antonio sigue fiel a sí mismo y a sus autores de juventud (De Quincey, Poe, Baudelaire…).

Practicar la deambulología

“El ideal de la Deambulología es estudiar un texto literario y deducir de él…la estatura, la edad, la salud, la forma de andar de quien lo produjo”.

¿Cómo es la forma de andar de Muñoz Molina…? Yo me lo imagino como un andar moroso, en ondas, como su habla, como su lectura en voz alta. Como un meandro, deslizándose –sin prisa-,  de un punto a otro que le llame la atención. Deteniéndose, aquí y allá, cada pocos pasos, cambiando de acera con frecuencia…Lo veo pasar como anestesiado entre las gentes, oyendo, pero sin oír; viendo, sin ver…


¿Y cuál es mi estilo de caminar…? Pues el mismo desde que tenía 18 años y empecé a ir al monte, cuando comencé a ser consciente de que el mío era un andar sin prisa y sin pausa, de paso largo, lento, donde siempre me quedaba atrás, para que las voces no me distrajeran la atención, para poder mirar el paisaje, pararme a fotografiar una planta o a buscarla en mi guía. Y, a partir de la trocanteritis en ambas caderas, un poco renqueante, a lo John Wayne. Pero no sé si escribo de la misma manera…



“La Deambulología es el estudio de los itinerarios seguidos por escritores, artistas, científicos, visionarios, indigentes y lunáticos: bien los habituales y mantenidos a lo largo de una vida entera…, bien los irregulares, los repentinos, los que nunca han tenido regreso”.

¿Cuáles son los itinerarios de AMM…? ¿Y los míos…?

“La Topobiografía…es el estudio de los domicilios distintos en los que han vivido o viven…escritores, artistas, científicos, visionarios, indigentes y lunáticos…Madame Bovary se escribió a lo largo de cinco años en la misma habitación de la misma casa…”.


Los zapatos de los escritores

“Imagino un museo de zapatos de caminantes [escritores] por la ciudad…Un museo con los zapatos y las botas de todos ellos…, las botas de Allan Poe y Thomas De Quincey y las de Charles Baudelaire, las de Charlotte Brontë, los botines mínimos y las zapatillas de casa de  Emily Dickinson, los zapatos de Dickens y los de Benito Pérez Galdós…, los zapatos austeros de señora inglesa de Virginia Woolf, los feos zapatos planos de mujer grande de Vivian Maier, los de Diane Arbus…, los zapatos que imagino elegantes de Frank O´ Hara  en el Midtown de los años 50…, los zapatitos de bailarín de Truman Capote, los zapatos serios pero descuidados  que llevarían a John Cheever…”.

Busco sus retratos en internet, pero muchos son de medio cuerpo y no les veo los pies…

Mis botas de ciudad versus mis botas de caminante

Yo no mezclo: tengo mis botas de andar por el monte y mis botas urbanas. Las de monte son color magenta, para que se vean bien; las urbanas son pardas, menos escandalosas, para pasar desapercibida.



Las botas de AMM son “de deporte, llenas del polvo de las caminatas, y con los filos de las suelas muy gruesas gastados”. No sabe cuántos kilómetros ha recorrido por varias ciudades a lo largo de los últimos meses. “Quizás les tengo más apego a estas botas porque fue con ellas con las que me perdí y con las que he vuelto al mundo…Me llevaron cuando cualquier calle era un túnel y cada habitación una celda irrespirable en un sótano…”. En los días de la depresión.

Un andar solitario entre la gente


El título está tomado, al parecer, de un verso de Quevedo que, a su vez, lo tomó [o coincidió con el] del poeta portugués, Camões:

Es hielo abrasador, es fuego helado
es herida que duele y no se siente,
es un soñado bien, un mal presente,
es un breve descanso muy cansado.

Es un descuido que nos da cuidado,
un cobarde con nombre de valiente,
un andar solitario entre la gente
un amar solamente ser amado.

Es una libertad encarcelada.
que dura hasta el postrero paroxismo;
enfermedad que crece si es curada.

Este es el niño amor, este es tu abismo.
¡Mirad cual amistad tendrá con nada
el que en todo es contrario de sí mismo!

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Sobre las cosas del andar









SABER MÁS




http://quefluyalainformacion.blogspot.com.es/2013/02/joe-gould-un-personaje-de-nueva-york_26.html. EL SECRETO DE JOE GOULD. Quería escribir la “Historia Oral de Nuestro Tiempo”.


https://cloudappreciationsociety.org.   Asociación Internacional de “Enamorados” de las Nubes. “Para la gente que ama el cielo y las nubes”.



lunes, 19 de febrero de 2018

SERGIO DEL MOLINO: LO QUE A NADIE LE IMPORTA



“Esta historia empieza en Francia a mis quince años, aunque arranca de verdad en España a mis diecisiete, el día que oí hablar…a mi abuelo real…doce palabras justas…: “Calla, que de ti no quiero ni que me cierres los ojos…”. Toda mi literatura se expande a partir de ese instante primordial. La última sentencia de mi abuelo fue también mi primera frase…”.

A partir de esa frase, del Molino  se pone a investigar sobre la vida e historia de su abuelo, un personaje hopperiano. “Hopper había pintado el silencio de mi abuelo. El mismo silencio de posguerra…”. Miro en internet los cuadros de Hopper, e intento asignarle uno a su abuelo José Molina. Al final, elijo, y encuadro, dos: en uno está mirando por la ventana; en otro, está hablando con alguien. Lleva la ropa del trabajo, un traje con chaleco. En uno está más joven, con las mangas remangadas. En el otro, ya cano, parece estar fumando, absorto…


Su abuelo nació en Bubierca, un pequeño pueblo de Zaragoza (66 habitantes en 2017), pero pasó la infancia en la calle Miguel de Ara, en el barrio del Gancho, en Zaragoza. Empezó a trabajar en la tienda de telas Gómez y Sancho, de la calle Manifestación. “Mi abuelo y yo encontramos nuestro lugar en el mundo en la misma calle”. Sergio iba a los 20 años a “La Caja de los Hilos”, tras una noche de farra, un local “chic” frente al  bar de copas que había sustituido en los 90 a la tienda de tejidos de su abuelo.

Sabe poco de él cuando empieza a investigar: “No sé nada de los amores de José Molina antes de mi abuela…Sé que tenía dos amigos inseparables…Sé que compartían la propiedad de una piragua…, y que remaba por las aguas siempre turbias del Ebro”. Hasta la Guerra Civil…que le alcanzó con veintiún años.

Una guerra de la que su abuelo no habla; solo en una ocasión, cuando Sergio tiene 15 años, le cuenta un episodio (la batalla del Segre del amanecer del 22 de mayo de 1938), que concluye: “Nunca pasé tanto miedo…”. Su nieto reconstruye con libros y documentos (su expediente militar) lo que debió de ser su experiencia en la comarca de la Terra Alta. “He invertido muchas horas para romper el silencio de José Molina…He hecho solo, y de muy adulto, la excursión que debería haber emprendido con mi abuelo”…

Tras la segunda herida de guerra le destinan a vigilar prisioneros en campos de trabajo, “labores de vigilancia e instrucción en las provincias de Cuenca y Guadalajara”- dice su expediente militar, un eufemismo para referirse a los campos de concentración… "Mi abuelo, derrotado en una guerra que ganó”…

“La crónica oficial de la familia, dice: Después de la guerra, el abuelo se fue a Madrid”. Pero Sergio descubre que hay 4 años en blanco entre 1939 y 1943. El hace sus hipótesis… En la capital, José Molina entra a trabajar en la entonces poco conocida firma de confecciones El Corte Inglés. En Madrid, conoce y se casa (en 1948) con Carmen de Lara, la Currita, una madre soltera de familia roja, venida a menos, con ínfulas. Sergio la describe como “infantil, mentirosa, niña malcriada, celosa de sus muñecas de porcelana que nunca cerraban los ojos”.

A partir de ese momento, 1948,  vivir el presente, el día a día. “Yo tengo que convertir el presente de indicativo de mis abuelos en pretérito perfecto simple…, el tiempo de las crónicas y de la historia…Estas supuestas memorias familiares son lo más fabuloso y ficticio que he escrito nunca…”.

Sabemos cuáles son las costumbres de José Molina: fumar (cigarrillos) Ideales; ir a trabajar en la segunda planta del Corte Inglés de Preciados; un afeitado apurado con brocha, espuma Lea y loción after shave Nivea; su asistencia, los sábados, a las veladas de lucha libre en el Campo del Gas (de hecho, Sergio quiso titular el libro El campo del gas; pero su mujer le dijo que sonaba a Auschwitz); sus paseos, los domingos, por la sierra del Guadarrama, “con una cámara réflex y un bastón”; leer (“tenía buenos libros sobre la guerra civil y buenos libros sobre Aragón”)…Y, tras la jubilación, en la casa que se compra en Bubierca, el pueblo donde nació, insomne y sordo, “pasar la siesta despierto en su silla de bambú, dando vueltas al bastón, acariciando su botijo y contemplando la boina colgada en la percha”. Es entonces cuando su nieto intuye que sus silencios no están hechos de ausencias, sino de presencias…Es entonces cuando Sergio del Molino empieza a poner juntas las cosas que intuye  y ve desde niño, sin saber entonces interpretarlas. “Los niños lo ven todo…ven las grietas…Si al crecer tenemos suficiente memoria y paciencia, podemos enlazarlo todo y darle incluso forma de libro…”.

Lo que a nadie le importa. Una posible interpretación del título: El silencio de un abuelo. ¿Qué hay detrás de los silencios de nuestros mayores…? Cualquiera da para un libro…

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https://www.youtube.com/watch?v=h2O5hVl2LgQ. Suites para chelo, de Bach, por Pau Casals.


viernes, 9 de febrero de 2018

LA HORA VIOLETA: EL TIEMPO SUSPENDIDO


Dos textos abren el relato de Sergio del Molino: Uno de Paco Umbral en Mortal y rosa y otro de T.S. Eliot en La tierra baldía, donde precisamente se habla de “La hora violeta”.

“Este libro es un diccionario de una sola entrada…”. La que busca la palabra que nombra a los padres que han visto morir a sus hijos. No existe; hay huérfanos, viudos y viudas…, pero, ¿cómo se llama un padre, una madre que pierde un hijo, una hija…? “Que nadie haya inventado una palabra para nombrarnos nos condena a vivir siempre en una hora violeta”.

Ese es el tiempo que va entre el diagnóstico de leucemia mieloide (luego, refractaria) a su hijo Pablo con diez meses, y su muerte, sin llegar a cumplir dos años, un tiempo suspendido, seguido de la hora del duelo y el luto.

“No soporto el silencio ni la sombra” -nos confiesa el autor-, cuando llega a casa. “No puedo dormirme con música, tiene que ser alguien hablando de algo”…

Sergio del Molino nos comparte su pena, “los días de lucha y rabia”. “Hemos entrado en la parte del mapa dominada por los monstruos”… De soledad. En los momentos de aislamiento, cuando Pablo es más vulnerable, “no recibimos visitas…y nos sentimos más solos que nunca”.  


Nos habla de sus recursos, de sus defensas: “Cuando pierdo pie, me refugio en Leño [la música de Leño, el grupo de rock]”. Otro es la lectura. “Llevo varios días enfrascado en El día del Watusi, la trilogía de Francisco Casavella…Su lectura me absorbe y me fascina. Hacía tiempo que  un escritor español no me gustaba tanto”. Y el paseo, los paseos…”Prohibido encerrarse a mirar la pared de la habitación. Prohibido ensimismarse…”.


“Me he vuelto adicto al olor de mi Cuque…Hijo, ¿qué te duele, qué puedo hacer…?...Qué guapo estás, hijo…Qué hermoso eres…”.

Por sus páginas, van pasando las etapas de la enfermedad, las explicaciones médicas, los periodos del año: su primer cumpleaños, la Navidad…El día a día de unos padres que no claudican. El miedo… “El miedo es una presencia ajena a mí, pero que me sigue; que no está dentro de mí sino a mi lado, delante, detrás, debajo y, a veces, encima”.

“El cáncer tiene que ser residual para proceder al trasplante [de médula]…La médula está limpia…Nos vamos a Barcelona…”.

…Y la muerte, a pesar de la lucha, a pesar de que “todo el poder de la ciencia [está] al servicio de Pablo”. Con gran pudor, no se narran los últimos momentos: es como un fundido a negro. El siguiente capítulo ya es cómo vivir sin el hijo, cómo volver a la vida “normal”. “Camino solo por una casa sola y busco como un perro la compañía de mis libros…”. 


Vuelve a leer uno que leyó con 18 años: Mortal y rosa, de Francisco Umbral. “Me ha traído mucho bien y a la vez me ha desgarrado…De todo lo que he leído sobre niños muertos, sobre padres huérfanos y sobre enfermedad y ruina, Mortal y rosa es, con mucho, el libro más bello, hondo y suicida que he sufrido…Yo, como Umbral, deliro y hablo con mi hijo por los rincones de mi casa y por las calles de mi ciudad…Vivo atrapado en la hora violeta…”.

Solo en las páginas finales, nos dice: “He domesticado la pena”…, -aunque su intensidad es idéntica a la del día de su muerte. El libro se lo dedica a su segundo hijo, Daniel. “Que el ejemplo de Pablo siempre le guíe y nunca le pierda”…

Confesiones de escritor al hilo del relato

Soy literatura. Vivo por ella…La lectura…entrena mi cuerpo”.

“No me importaría ser un escritor…poco hábil en técnicas narrativas, pero con un estilo lo bastante poderoso como para hacer olvidar mis carencias…”. Le gustaría poseer la intensidad de Umbral.

“Yo no suelo usar grabadora y no tomo demasiadas notas…Prefiero confiar en mi memoria y apuntar solo los datos fundamentales o las frases que más me interesen”.

En eso, nos parecemos: yo dejé de usar grabadora desde que un día, en prácticas, me jugó una mala pasada en una entrevista muy técnica, y no grabó nada. Creo que tomo más notas que él, pero también suelo decir que si redacto el texto sin dejar pasar mucho tiempo después de la entrevista, puedo reconstruir bien el discurso del entrevistado.

“Yo no soy meditabundo. No me solazan los paisajes ni tengo la paciencia necesaria para quedarme quieto sin hacer nada…Me emocionan más una fábrica en ruinas o una estación de tren abandonada que una cordillera de montañas…”. Pero ante el mar de su infancia…, ante él es consciente de la fragilidad de las personas, de la vida, de la familia, y de su propia familia.

SABER MÁS

https://www.youtube.com/watch?v=4dpppZSdddQ. Saskatoon Tonight, por NQ Arbuckle. “En los 4 minutos y 27 segundos que dura siento algo parecido a la paz”. “Nada me sosiega tanto como la noche de Saskatoon”.

https://www.youtube.com/watch?v=_1qfIPXjGn4. Streets of Laredo, por Johnny Cash. “Hay noches en que incluso Saskatoon se me queda pequeño, y tengo que marcharme al sur, a la frontera con México…Entre Saskatoon y Laredo paso mis noches”.

https://www.youtube.com/watch?v=yH3Jxc98I-U. Leño, Que tire la toalla. … “La música de Leño, los cuatro discos del grupo…los llevo incorporados a la piel…Cuando pierdo pie, me refugio en Leño”.


https://www.youtube.com/watch?v=LeLRf0vCoLo. Sylvia Plath, de Ryam Adams. “Creo que armé uno de mis mejores cuentos, Malas influencias, bajo su influjo”.